El coaching, ¡esa nueva herramienta!

La Televisión, la prensa escrita, el deporte, nos regalan términos nuevos, unas veces disparatados, otras con gran profundidad pero tergiversados en su significado y que incorporamos muchas veces de manera errónea.

Esto ocurre con el “coaching”, esa nueva herramienta, o quizás no tan nueva (T.Gallwey 1977) que predica que un facilitador especializado en la materia (coach) acompaña a un cliente (coachée) en una búsqueda de su capacidad de aprender para generar nuevas respuestas”, lo que en coaching denominan “alcanzar resultados extraordinarios”.

El coaching es una herramienta potente y eficaz vista desde la ortodoxia.

Desde la ontología, esta herramienta está distante de otras disciplinas que buscan dar recetas al cliente o decirle lo que tiene que hacer (consultoría), o bien dar consejos poniendo al facilitador en el lugar del cliente (consejero-confesor), o bien formar en las debilidades técnicas del cliente (mentor-formador).

El coaching utiliza “el lenguaje” como herramienta generadora de nuevas realidades y en el caso del “coaching ontológico” se utilizan “distinciones” como apoyo ante aquellas cosas que confundimos o aquellas que al no poderse separar, pensamos que no podemos distinguirlas.

Existen tres corrientes bien definidas y diferenciadas de coaching: El coaching denominado “no directivo” cuyo máximo exponente es Leo Ravier y cuya característica fundamental es el uso de la “pregunta” como única herramienta; el coaching ontológico, basado en el lenguaje-generador que proviene de la escuela americana y europea y el Coaching por Competencias.

Aunque el coaching es algo intrínseco al lenguaje y de la lengua, se requiere de profesionalidad para su ejercicio.

Como decía Goethe, lo mejor que puedes hacer por los demás, no es enseñarles tus riquezas, sino hacerles ver la suya propia.

¡Esto es coaching! Y lo demás ….. otra cosa.

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